sábado, 7 de agosto de 2010

Zozobra digestiva



La oscuridad avanza hostil, emanaba recuerdos, era inmediata.
Indubitablemente aquellas palabras en cursiva eran lactantes en aquel tetra brick caducado, eran mensajes embaucadores, que instigaban súbitas reacciones en su cuerpo.
La noche era tétrica, efervescente entre el batallón. Matizaba los segundos antes de que la pluraridad de aquellos besos acreditaran un futuro perecedero, carcomido por la redundancia de una historia que enredaba a la razón , haciendo de ella un fantasma que vagaba por las fúnebres esquinas de aquel tetra brick.
Sólo quería sentirse electrizado, y con el tirachinas lanzaba pócimas de barbitúricos a su húmeda garganta, livianas grageas de colores y formas que se apresuraban de un modo preponderante a efectuar su misión.
Se encontraba embelesado ante tales recuerdos, los podía palpar, era un desasosiego efusivo, un magreo individualista que sólo le servía para hacer de su polla algo más resistente.
La vecindad de aquellas palabras recorrían su aséptica carne con arrogancia, un prólogo mal escrito por un versificador resabido, y para poder ingerir sus palabras tenía que estar desnortado, ser una victima del fracaso, de una confusión que agoniza en la sombra, una perfidia imborrable.

No es necesario que saltes, hoy no le he dado cuerda a tu reloj, y tu hipnótico tiempo empieza agotarse, es mi forma de agradecerte tus fechorías, una forma de aplaudir tu tiranía, una torpeza por mi parte no haberlo realizado antes, pero admito que es entretenido verte desde mi sillón, sonando como fondo un predecible western.
Y allí, dentro del tetra brick cubierto de zozobra, abigarrado en la fatalidad del pasado, en la blandeza de un presente caducado y un futuro muerto, te encuentras tu.