lunes, 18 de noviembre de 2013

Nada nuevo



Y qué cosas nuevas te puedo contar. Odio esta puta ciudad más que el primer día que llegué. En el techo crece el moho y las paredes se parten como cuerdas de guitarra. Dime cuál es tu técnica, cómo eres capaz de congelar el tiempo y mantener el globo allí, allí arriba sin tocar este jodido suelo.

No te puedo contar nada nuevo. He tomado mi dosis de café y  fumado los cigarrillos necesarios para colorear mis pulmones. El azúcar sigue sabiendo a caries y por la ventana se filtra un frío que te arruga la piel. Anoche no soñé nada y la pantalla del ordenador sigue teniendo el mismo polvo. Los quehaceres siguen creciendo a la velocidad del viento y justamente ahora me despeinó. Las conversaciones siguen sabiendo insípidas y te ríes porque es lo mejor que puedes hacer en un día como hoy, que llueve y la ropa parece que nunca se secará. Mierda. A veces tiene un color brillante y otras satinado, pero hoy sigue estando en mi zapatilla, apretada entre los surcos que la forman. Soy  la banda de música que va detrás del muerto en el entierro. Algo así. Pero he tomado café y echado de comer al perro. Me he mordido dos uñas mientras escuchaba a Tom Waits, el teléfono sonaba y el gotelé de la pared amenazaba con ser más grueso. Pero me he duchado y he puesto una lavadora.

Si quieres me invento algo ¿Sabes lo qué me ha sucedido? Mira, esta mañana me levanté con el pie derecho, salté de la cama cuando el despertador sonó y no tenía sueño. Desayuné tostadas con mermelada de frambuesa. El olor del café me hizo sonreír, y al salir a la calle encontré el libro que tantas ganas tenía de leer. En clase fui Levi-Montalcini y todos me aplaudieron después de contar un chiste malo. Me invitaron a comer a un restaurante de lujo y por suerte llevaba mi vestido de fiesta bajo el abrigo. Cuando regresé a casa me esperaban para tomar el café de las seis, con tarta y bombones, también turrones, pero no me gusta la navidad. En realidad me habían preparado una fiesta sorpresa, por estar tan guapa y porque el color de mis uñas era precioso. En el aire se podía respirar frescura y elocuencia. Del techo caía purpurina azul y verde, y en directo, Sherri Taylor cantaba a cappella. Qué grande es un buen pie derecho y recoger la mierda del perro.

¿Pero me dejas que te cuente algo aunque no sea nada nuevo? Estos pies se siguen moviendo correctamente al compás de esta copla que suena. Mi corazoncito late con ganas, y sigo soñando aunque no lo recuerde. Eso significa algo. Estoy viva.

Y qué cosas nuevas te puedo contar. Ya sabes…

viernes, 8 de febrero de 2013

Abrir las alas y volar



Todo pasa por alguna razón y de todo se aprende. Dejar que se exilien unas lágrimas siempre funciona bien; la mirada renace, las ruedas se engrasan y el reloj se pone en hora. De nada sirve ponerle al corazoncito un millar de candados y esconderlo debajo del colchón. Me quedo con mi corazón. Y seguiré rugiendo y saltando obstáculos, porque aún tengo mucho que decir, que descubrir, que ofrecer. Abrir las alas y volar.

Vuelvo a mirar al cielo y a sentir esa paz chispeante que siempre estuvo, sin dudas, abrir los ojos y ver. Ver. Y las canciones se van componiendo solas, a cada paso, en cada estertor, en cada catarata de sed. Ahí están las notas que mueven las manecillas, los latidos que sin querer se escapan, toda la belleza de saber que estoy viva y que dentro tengo un volcán. Treparé por las hojas del calendario y navegaré con el alma henchida, sujeta al mástil más fuerte. A mí misma. Resonante universo que gira alrededor de mi cintura.  Abrir las alas y volar.

Continuaré peleando contra los mordiscos del tiempo. Volar, subir arriba, más arriba hasta tocar el filo del cielo y, cuando lo alcance, sonreiré aún más. Seguiré, seguiré con los ojos abiertos moldeando el destino, trazando mi camino de sueños. Que se escuche mi voz, sin perder la ilusión y hacer de todos ellos una realidad palpable. Espirales de luz que fecundan las caracolas de mi cabeza. Campanadas eléctricas que traen llamas invisibles. Abrir las alas y volar.

El sonido de las hojas agitadas por el viento,  las olas se desnudan para las rocas, la arena, igual de infinita que los anhelos, y, granito a granito levantar un castillo. Una paleta de color nueva; pintar la pared, el techo y la ventana; pintar la luz de los ojos… Pisadas de colores en un camino por inventar. Un batallón de flores y el corazón como espada. Abrir las alas y volar.

Todo depende de los ojos con los que se ve.
Abro las alas y… Vuelo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Noche callada



Tengo en la mano el corazón, que flota desnudo en los sólidos recuerdos. La noche sombría si no te encuentro, anclado silencio. Decorarte de besos el cuerpo, soplarte olas de terciopelo. Un cielo que nada en los sueños, se estira como brazos, se enreda entre colores azules y blancos. Pensarte mil veces, ver vida detrás de tus ojos. Cálida luz que envuelve mi carne, colmena de latidos que evoca tu aliento. Llega como perfume, penetrante y disperso. Mar de sed. Fieras sin bozal. Huella impresa en mi pecho, que no se borra, apretada y descalza. La brisa, te aúlla sincera. Tu dulce alma, tan cerca, tan lejos. Mapas en blanco. Detrás de ti me encuentro, lo siento. Malditas palabras, malditas fueron. Mojado universo que brilla como los ojos de un gato en la oscuridad. Serás por fuera lo mismo que por dentro, trazarte un arcoíris inmenso. Lluvia de color que abre sus alas, corriente de caricias en tu cara. Comerte las cuerdas vocales, corales y estrellas de plata. Tu firmamento, una melodía que me cubre de llamas. En esta noche callada, te echo de menos.