Todo pasa por alguna razón y de todo se aprende. Dejar que se
exilien unas lágrimas siempre funciona bien; la mirada renace,
las ruedas se engrasan y el reloj se pone en hora. De nada sirve ponerle al
corazoncito un millar de candados y esconderlo debajo del colchón. Me quedo con
mi corazón. Y seguiré rugiendo y saltando obstáculos, porque aún tengo mucho
que decir, que descubrir, que ofrecer. Abrir las alas y volar.
Vuelvo a mirar al cielo y a sentir esa paz chispeante
que siempre estuvo, sin dudas, abrir los ojos y ver. Ver. Y las canciones se
van componiendo solas, a cada paso, en cada estertor, en cada catarata de sed.
Ahí están las notas que mueven las manecillas, los latidos que sin querer se
escapan, toda la belleza de saber que estoy viva y que dentro tengo un volcán. Treparé
por las hojas del calendario y navegaré con el alma henchida,
sujeta al mástil más fuerte. A mí misma. Resonante universo que gira alrededor
de mi cintura. Abrir las alas y volar.
Continuaré peleando contra los mordiscos del tiempo. Volar, subir arriba, más arriba hasta tocar el filo del cielo y, cuando
lo alcance, sonreiré aún más. Seguiré,
seguiré con los ojos abiertos moldeando el destino, trazando mi camino de
sueños. Que se escuche mi voz, sin perder la ilusión y hacer de todos ellos una realidad palpable. Espirales de luz que
fecundan las caracolas de mi cabeza. Campanadas eléctricas que traen llamas
invisibles. Abrir las alas y volar.
El sonido de las hojas agitadas por el viento, las olas se desnudan para las rocas, la
arena, igual de infinita que los anhelos, y, granito a granito levantar un
castillo. Una paleta de color nueva; pintar la pared, el techo y la ventana;
pintar la luz de los ojos… Pisadas de colores en un camino por inventar. Un batallón de flores y el corazón como espada. Abrir las alas y volar.
Todo depende de los ojos con los que se ve.
Abro las alas y… Vuelo.
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