viernes, 3 de diciembre de 2010

No tiene nombre




Sentirse arruinada de un modo emocional, sólo el desastre le aplaude. Sentirse muerta por dentro, seca como las áridas tierras que pisa, en un mar de posibilidades que sólo las ruinas de unos cimientos poco consistentes ganan la partida, muerta la reina todo terminó.
Las miradas son hostiles, las palabras poco logradas se pierden en la efusividad de una garganta mal dibujada, contornos desafiantes y lengua de goma elástica.
Las esperanzas se vuelven fracasos, la bondad y complacencia comida para gatos, la ignorancia una sombra que le ensucia los zapatos, toda una vida buscando algo que nunca llega, e indiscutiblemente parece que no se conoce o no existe.
Tan perdida siempre que no le quedan nubes por visitar, los colores se tiñen de oscuridad, y su corazón de hojalata empieza a oxidarse, a chirriar como unos dientes manchados que se frotan entre ellos para encontrar la luz.
Las historias son curvilíneas, le transportan en un lúgubre tren sin pasajeros, de un modo perecedero intentan hacerle ver una realidad que sólo esconde los pies al gato, la desconfianza se aproxima y hace gueto, unta su aséptico cuerpo en aceite de motor, de dudas y aberraciones tan deslizantes que para saltar de un extremo a otro debe de estar segura.
Un día le dije “tu tren se va”, y doy fe de eso, porque el tiempo ha roído la cuerda que le ataba a él, y desde entonces anda perdida dentro de una fosa con su nombre, aunque no sabe como se llama (aunque le llaman de muchas formas), realmente no tiene nombre.
Siempre buscó el amor, decidió indagar dentro de la belleza que hay a su alrededor, ser considerada y como dicen "buena persona", pero sólo encontró miseria, arrogancia, envidia y su compañero egoísmo, que saltan entre las teclas de un piano mal afinado y ofrecen sus desechos a personas como ella. Por esa razón emigró a una inventada realidad, al menos allí siempre está preparada para el batallón, los cañones siempre están alzados, y la decadencia se convierte en su escudo.

...el teléfono suena, y escucho una voz decir: "Me alegro que no me veas ahora. Sé, que en tus recuerdos ya no hay sitio para mi, que tu corazón de acero ya no es un condenado, por esa razón yo, no tengo nombre, no te podré hacer daño."

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